Acerca del «libre mercado»

Mucho se habla de “libre mercado si” y “libre mercado no”, pero poco se ahonda en la complejidad del concepto.  Digamos que el libre mercado no es más que un mercado donde las personas pueden comerciar sin que haya una figura con poder (Estado) que intervenga. Es la pura libertad de acción individual, debiendo existir una autoridad central para proveer justicia, tutelar derechos de propiedad y unas pocas cositas más.

Lo que nos cuesta entender es la faceta dinámica del concepto de libre mercado.

Vamos por parte. Todo mercado se sustenta en reglas. Es imposible un mercado sin un mínimo grado de institucionalidad; de hecho, hasta los mercados persas o mayas tenían sus reglas. Los mercados actuales, tienen miles de reglas y regulaciones; solamente que las pasamos por alto. Nos es natural que esté prohibido el comercio de órganos humanos,  el trabajo infantil o el comercio de esclavos. Sin embargo, no siempre fue así.

El debate respecto al comercio de esclavos o prohibición (regulación), llevó a una guerra civil a Estados Unidos.  También tuvo un desenlace bélico  la disputa entre Gran Bretaña y China, respecto del opio. Hoy tomamos como natural que los niños no trabajen jornadas de 10 horas, sin embargo, esta reglamentación fue muy discutida en Inglaterra a comienzos del siglo XIX.   

Como vemos, la discusión acerca del libre comercio no es un concepto estático. Muy por el contrario, se transforma en el tiempo; influenciado por  “lo justo”; es decir, la moral de cada época y cada sociedad.  Por este motivo se complica bastante hablar desde la verdad económica objetiva.

Sin embargo la ciencia económica sigue planteando problemas referidos al comercio justo.

¿Es justo que Estados Unidos ponga aranceles a los textiles y a los granos? ¿Es justo que China (entre otros) tenga salarios tan bajos en dólares que devora a las industrias estadounidenses?

Existirán miles de respuestas a estas simples preguntas, con millones de argumentaciones. Pero lo que queda en claro es que no podemos definir de manera objetiva si un sueldo es demasiado bajo, es injusto; como tampoco podemos definir si un arancel es justo.   

Las regulaciones cambian con las preocupaciones de cada sociedad.

Un tema que preocupa en la actualidad es la contaminación. La OMC, lo viene tratando tímidamente desde hace años. También se escucha en los informativos que las potencias se reunieron para tratar el preocupante tema del calentamiento global, pero pocas nueces.

Muchos opinan que esto no se debe regular, que hay que dejar a las empresas que produzcan. Otros buscan una regulación. Lo cierto es que regular el problema de la contaminación, es restringir la libertad al comercio.  Hace unos días, salió la noticia de que Alemania estudia prohibir la venta de coches que no sean eléctricos a partir del 2030. Buena noticias para muchos. Mala para otros. Quizás dentro de 250 años o más, los economistas den por naturalizado que no se puede producir contaminando, así como no se puede producir utilizando mano de obra infantil o esclava.  

Salute, y nos vemos cuando nos veamos.

Ricardo, Malthus … y encima Marx

Como vimos en el artículo de Ricardo y Malthus, la distribución de la renta era un tema de actualidad en el siglo XVIII. Los “economistas” veían transformaciones sociales sin precedentes como el  gran crecimiento demográfico, los inicios de la revolución industrial y el gran proceso migratorio del campo a la ciudad.

 

Malthus en 1798 publica un desagradable y frío texto titulado “Ensayo sobre el principio de población”. El eje del libro es la profunda preocupación de Malthus por la superpoblación. Para principios de siglo, Francia y el Reino Unido contaban con más de 20 millones de personas. Para finales de siglo (1780) Francia contaba con 30 millones de vidas. Malthus pudo identificar ese comportamiento del crecimiento poblacional.  Al comenzar el segundo capítulo de los ensayos, Malthus postula “He dicho que la población, cuando no era restringida, aumentaba en proporción geométrica, y los medios de subsistencia del hombre, en proporción aritmética”.

 

Vemos que tiene en claro cuál es la causa del problema, y no dudó en proponer una fría solución: eliminar la asistencia a los pobres y controlar su natalidad. Sin dudas el reverendo Malthus veía como crecían las masas hambrientas, y no era de su agrado; no por sus valores morales, sino por temor a  perder su estatus. De lo contrario, la superpoblación y la miseria eliminarían “todo” el orden social.  Como vemos, los cambios económicos y sociales del siglo XVIII, fueron traumáticos para los intelectuales como Malthus.

 

Sin Embargo, Malthus no fue el único en preocuparse sobre la distribución del ingreso. David Ricardo, también tenía una visión oscura al respecto, ya que temía a que un pequeño grupo social (terratenientes) se apropiara de la mayor parte del ingreso.

Ricardo creía que el aumento de la población, haría que la tierra (entendida como factor productivo) sea más escasa en comparación con el resto de los bienes; por lo que las rentas pagadas a la tierra serían crecientes, quedándose los terratenientes con una porción importante del ingreso nacional, y la porción más pequeña del ingreso les correspondería a los demás sectores de la economía (la naciente burguesía).

La política propuesta por Ricardo fue más sensible: aplicar un impuesto a la renta que produce la tierra.

La preocupación de Ricardo, jamás se concretó; de hecho lo sucedió fue que a medida que aumentaba la producción industrial, el peso de la agricultura dentro del ingreso se reducía. Claro que Ricardo (ni nadie), pudo anticipar (ni siquiera imaginar) el despegue técnico de las décadas posteriores. Para estos pensadores, les era imposible imaginar una sociedad sin una fuerte y preocupante restricción alimenticia.

Décadas después que Ricardo Pública “los principios”, Marx hace lo suyo con el primer tomo del capital. Fue tal el despegue tecnológico y los cambios sociales, que Marx ya no se preocupa por entender como la agricultura podría darle de comer a una gran población, sino  que se ocupa por entender cómo se mueve este nuevo sistema llamado capitalismo.

Marx comienza a notar que pese al gran desarrollo industrial, aún existen clases que viven en la miseria. Esta nueva clase social, que él denomina proletariado; vive en condiciones míseras en las ciudades. La miseria rural del antiguo régimen no se murió con la revolución industrial, sino que solamente se mudó a la urbe. Los salarios no solo estaban estancados, sino que apenas alcanzaban para la supervivencia del obrero.  

Las desigualdades le preocupaban, y veía un apocalipsis cerca de la sociedad industrial. Al igual que Ricardo, Marx no gozaba de estadísticas pero analizaba las tendencias de lo que veía (a largo plazo era insostenible el capitalismo para este autor).

Marx analiza una característica distintiva del nuevo sistema industrial: En la nueva sociedad industrial, el capital se podía acumular de manera infinita, ya que solo hace falta producirlo. Ricardo no podría haber llegado nunca a esta conclusión sobre la tierra, ya que esta tiene un límite natural. Marx utiliza el principio de escasez de Ricardo, y plantea que si el capital se puede acumular infinitamente, al ser cada vez más abundante, padecerá de una tasa de ganancia decreciente.

Así como Ricardo no pudo imaginarse el gran despegue tecnológico, Marx no logró intuir las mejoras salariales de los finales del XIX, ni el crecimiento de la productividad del capital que permitió una mejora en la calidad de vida de los obreros; por lo que su profecía nunca sucedió.

 

Los tres autores compartían su visión catastrófica respecto al futuro del sistema económico en el que viven: según Malthus, la combinación de escasez de alimentos y superpoblación era terminal para el orden económico y social. La restricción natural de la cantidad de tierra preocupa a Ricardo. Marx tampoco veía un buen horizonte con la acumulacion concentrada de capital.   Pese a que ninguno de estos autores haya encestado de triple algunas de profecías, no dejan de ser interesantes y necesarios para la economía, ya que dejan un gran abanico de herramientas; pero sobre todo muestran una foto de la sociedad en la que viven, y alguna que otra cosilla puede aplicarse a la sociedad actual…

 

Salute, y nos vemos cuando nos veamos.

Economía en el fin de los tiempos

Suponete que en este momento estás leyendo un blog medio pelo para abajo; y magicamente, a tu derecha aparece Dios/El Buda/Maradona/Zeus/o quien sea, y te anticipa que el fin del mundo será dentro de 5 horas.

¿Cuántas de las cosas que tenias planificadas hacer dentro de las próximas 5 horas, continuarías haciendo?
Si tenías que pagar impuesto o el cable, dudo que vayas a hacer la cola al banco.
Si tenías planificado ir a trabajar, dudo que lo hagas.
Si tenías planificado dormir, dudo que puedas pegar un ojo.
Si tenías pensado comprarte unas zapatillas/campera/reloj nuevo, dudo que vayas a hacerlo.

En esta situación,¿Cuánto crees que valorarías un auto nuevo, un “sanguche” de mortadela, un par de zapatillas, una Lebac, un beso de tu pareja, cien kilos de oro o un abrazo a tu vieja/o?

Saber que explota el globo, hace que valores las cosas de manera distinta a como lo hacías antes de no saber que se acerca un inminente fin.
Sin embargo, como vos sos el afortunado/desafortunado que tuvo la visión, para el mercado; las cosas siguen valiendo lo mismo para el resto de los humanos. Es decir; que el comportamiento de un individuo (el tuyo) no mueve la vara en cuanto la formación de precios.
Ahora cambiemos de escenario; y suponete que a todos se nos presenta la revelación. Este conjunto de comportamientos individuales, que los economistas llaman agregado macroeconómico, si provoca efectos notorios en la formación de precios.
El precio del “sanguche” de mortadela se dispara, mientras que los lingotes de oro pasan a valer cerca de cero. Una bicicleta sería más valorada que una Amarok sin nafta. El crédito desaparece, ya que pocos estaríamos dispuestos a prestar algo; por más que el interés real sea del diez mil puntos mensuales.
Es decir; si todos sabemos que se acerca el final de los tiempos, veríamos los cambios en el aumento de los precios relativos de los bienes de consumo inmediato,respecto de los demás bienes. Todas las decisiones que tomemos van a estar orientadas a aumentar la “utilidad” inmediata, ya que se termina TODO.
Ahora cambiemos de supuesto: Dios/ Buda/Maradona/Zeus/o quien sea que se te aparece te comenta que se viene una catástrofe natural tremenda (inundación universal), pero que el planeta no explota como te habia dicho antes.
Es decir, que matemáticamente tenemos chances de salvarnos, aunque sean pocas.
Ahora las decisiones que vas a tomar, estarán orientadas a sobrevivir como sea. En este caso es más probable que continues haciendo cosas que si tenias planificadas.
Si también suponemos que la revelación de la catástrofe no es exclusiva tuya, sino que todos la experimentaron.

¿Cuanto vale un barco, un tubo de oxigeno, un paquete de cigarrillos, un sanguche de mortadela o la amistad con el fanático ese que construyó un arca por las dudas?

Bajo este escenario valoramos los bienes de consumo inmediato no tanto como en el escenario de explosión mundial. Saber que se viene la tormenta, afectará las decisiones de los individuos; y también existirá un cambio en los precios relativos, pero ahora aumentará todo lo que sirva para “salvarse del agua”; más que los bienes de consumo inmediatos. Dada la posibilidad matemática de eludir el diluvio, estaremos dispuesto a cambiar el sanguche por una entrada al arca.

Estos ejemplos, por exagerados (absurdos y divertidos) que parezcan; nos sirven para ver la tendencia de las conductas en determinados escenarios; pese a que tales situaciones nunca lleguen (ojalá).

El caso del fin del mundo describe lo que los economistas llaman shock permanente.
El escenario “la gran inundación” es shock transitorio.
Los agentes económicos reaccionamos de distinta manera, dependiendo al shock económico al que nos enfrentamos. Pero el gran dilema es si en verdad los agentes económicos podemos identificar perfectamente cuando estamos en un shock transitorio o permanente.

Es difícil que Dios/El Buda/Maradona/Zeus/o quien sea, se te aparezcan seguido para comentarte algo acerca del futuro; pero los diarios, revistas, informes, libros, etc. dejan caer migajas de información acerca del posible escenario futuro, y nosotros (los agentes económicos) la analizamos y actuamos antes que el futuro suceda.

De hecho, cuando se rumorea fuerte que en un país habrá una fuerte devaluación/inflación, algunos personas rápidamente correran a refugiarse; cambiando pesos por dólares, activos financieros, inmuebles o Lebacs. Otros quedaran afuera, mojándose, ahogándose y enfermandose.

Tener información es muy importante. Saber analizarla, es más importante para la vida económica.
Pero más importante aún, es darle un beso a tu pareja (por mas enojado que estés); meterle un abrazo a tus viejos (por mas enojado que estés) o invitarle una cerveza (?) a tu amigo/a

Iríamos corriendo a abrazar a nuestros seres queridos si supieras que el mundo explota en un rato, pero no lo hacemos todos los días, sabiendo que la Moira nos cuenta los centímetros del hilo. Raras costumbres del homoeconomicus…
Salute, y nos vemos cuando nos veamos.